Feminismo radical en Estados Unidos
Para aproximarnos al feminismo radical tomaremos como base el trabajo de la catedrática de Universidad de Filosofía Moral y Política Alicia H. Puleo García, “Lo personal es político: el surgimiento del feminismo radical” publicado en la web Mujeres en Red. El Periódico Feminista.
Nos cuenta Alicia que el feminismo radical surge en el contexto de los movimientos contestatarios de los años setenta del siglo XX, su precedente es el feminismo liberal y como otras ramas del feminismo también tiene diferentes corrientes. A continuación, veremos cual es el contexto en el que emerge el feminismo radical en Estados Unidos.
Alicia Puleo |
En Estados Unidos una de las principales influencias del feminismo radical proviene del Black Power que supuso el inicio de las políticas de identidad en Norteamérica, pero lo que verdaderamente marca el inicio de este movimiento es la insatisfactoria respuesta a las reivindicaciones feministas que las mujeres que hacían parte de organizaciones mixtas encontraron dentro de sus propias organizaciones. En concreto Alicia Puleo pone como ejemplos el caso de las mujeres que militaban en la Students Nonviolent Coordinating Comittee, agrupación antirracista fundada en 1960 por estudiantes tanto de origen afrodescendiente como de origen blanco, y en la Students for a Democratic Society, organización fundada en el mismo año por demócratas, social-demócratas y anticomunistas que privilegiaban el análisis de la dominación psicológica y cultural por sobre la explotación económica.
Señala la autora que en ambas organizaciones las mujeres sufrieron prejuicios, división del trabajo por sexos que se daba por superada. Pero, el detonante que definitivamente supuso la ruptura entre los sexos y el inicio de organizaciones exclusivamente de mujeres se produjo en 1967, en concreto durante la celebración de la National Conference for New Politics durante la cual, las resoluciones de los grupos de mujeres apenas fueron tomadas en consideración por la presidencia de la convención. Como reacción a este hecho Jo Freeman y Shulamith Firestone futuras líderes feministas presentaron por un lado varias demandas dentro de la convención: el 51% de los votos para las mujeres para constituir el mismo porcentaje de población y la condena por parte de la convención de los estereotipos sexistas utilizados por los medios de comunicación, del matrimonio y las leyes de propiedad y divorcio que perjudicaban a las mujeres; y por otro lado solicitaron que la convencion se se manifestaran a favor de la información anticonceptiva y del aborto. La presidencia rechazó la petición aduciendo no tener tipo para debatirla.
Tras esta decepción el grupo de Chicago publicó el manifesto titulado To the Women of the Left que llamaba a la secesión inspiradas por la decisión que en 1966 habían adoptado las personas afrodescendientes separándose del Students Nonviolent Coordinating Comittee acusando a las personas blancas de la organización de paternalistas y abandonando el ideal integracionista.
Concluye Alicia Puleo que el separatismo de las feministas radicales en Estados Unidos surge después de un cúmulo de experiencias históricas de decepción con respecto a causas políticas emancipadoras que han negado el reconocimiento y la reciprocidad a las mujeres
En el contexto europeo el feminismo radical estará más influenciado por los movimientos de descoloniazación y por los trabajos de Fanon y Menmi particularmente. Interesa destacar en este punto el trabajo de la francesa Colette Guillaumin que conceptualiza la relación que existe entre racismo y sexismo y consigue visibilizar y combatir la tendencia tradicional a naturalizar los rasgos identitarios que son resultado de una relación dialéctica de dominación.
Esta nueva forma de feminismo tanto en Estados Unidos como en Europa se define como radical porque, según la etiología del término, se propone buscar la raíz de la dominación, por ello dentro de este movimiento feminista surge con fuerza entre otras ramas del conocimiento la antropología de las mujeres. El feminismo radical tuvo como una de sus líneas de investigación la dimensión política de nuestros cuerpos y de nuestras vidas.
Señala Alicia Puleo que las feministas radicales eran mujeres jóvenes y solteras y esto hará que sus reivindicaciones sean diferentes a las de las feministas liberales por lo general de más edad y casadas.
Algunas de las principales aportaciones del feminismo radical al pensamiento feminista son la teorización del sexo como categoría social y política y la demostración que el modelo racial es clave para analizar las relaciones de poder entre hombres y mujeres, tomando como base lo que ya habían demostrado los estudios sobre racismo, y es que la relación entre las razas es política, llegarán a la conclusión que la relación entre sexos también es política.
Las feministas radicales luchan por que los problemas de las mujeres dejen de considerarse algo secundario que se solucionaría automáticamente con la supresión del capitalismo. En esta lucha contribuyó enormemente la conceptualización del patriarcado como primer sistema de opresión independiente del capitalista. La utilización del concepto de patriarcado como dominación universal otorgó especificidad a la agenda militante del colectivo femenino y una noción de poder y de política ampliadas; que darán como resultado que el feminismo radical se vaya separando de la izquierda tradicional al defender, en primer lugar, que las relaciones de dominio masculino preceden a la explotación económica. Y, en segundo lugar, que el poder ya no reside solo en el Estado y en las clases dominantes, sino que también se encuentra en relaciones sociales micro como en la pareja. Esta conceptualización de patriarcado y de las relaciones de poder son los pilares sobre los que se desarrollará el feminismo socialista liberado de las tesis marxistas sobre “la condición femenina”.
Debemos a las feministas radicales la introducción del concepto género para diferenciar los aspectos socio-culturales construidos de los innatos y biológicos (sexo). Utilizaron por tanto la categoría de género para rechazar los rasgos descriptivos ilegítimos adjudicados por el patriarcado a través del proceso de naturalización de las oprimidas. El feminismo radical desarrolló la teoría de género, señalando que el género es un sistema de organización social basado en el control y la dominación sobre las mujeres, el género no tiene un carácter meramente descriptivo, sino que es un elemento crítico destinado para facilitar la desarticulación de las relaciones ilegítimas de poder.
También debemos a las feministas radicales un análisis de la sexualidad que desembocará en una crítica a la heterosexualidad obligatoria y la reivindicación de la liberación sexual para todas las personas. Esta reivindicación fue objeto de críticas también dentro del propio feminismo radical, porque si la revolución sexual se producía en términos masculinos lo que suponía en palabras de Ann Koedt era más carne fresca al mercado del sexo patriarcal. Señala Puleo que el feminismo radical fue pionero al considerar la sexualidad como una construcción política, fueron pensadoras como Kate Millett las primeras en identificar la construcción patriarcal del deseo y el objeto del mismo. Debemos también a Millett que en 1970 introdujera abiertamente el tema de la bisexualidad y el lesbianismo en el movimiento feminista gracias a un reportaje hecho en el Time Magazine.
Dentro del feminismo radical surge también el feminismo lesbiano o lesbianismo político que considera que el amor entre mujeres puede y debe ser un acto político de liberación. En base al ideal de una sexualidad igualitaria rechaza la pornografía y el sado-masoquismo entre lesbianas por considerarlos patriarcales y tiende a identificar feminismo y lesbianismo. A diferencia de las lesbianas feministas que consideran su orientación afectivo sexual una opción sexual entre otras.
Foto. Time Magazine |
Gracias al feminismo radical se avanzará en una sociología del conocimiento que será crítica al androcentrismo en todos los ámbitos, incluidos los de la ciencia. Este desarrollo teórico se ha logrado gracias a la introducción de la perspectiva de género que permitió y permite denunciar y visibilizar la discriminación y exclusión sexistas. Así como también realizar una revolución todavía inconclusa en la sociología del conocimiento y ello porque la pertenencia al sexo, —como anteriormente la clase social— pasa a ser una variable a considerar cuando se analiza el sesgo del saber. Fruto del desarrollo de la crítica al androcentrismo se originará ya en los setenta una ginecología alternativa, menos agresiva e invasiva, más holística, que cristalizará en el manual titulado Our Bodies, Ourselves (Nuestros cuerpos, nuestras vidas) donde se realiza un estudio sobre mujeres y saludo, publicado en 1971 por el Colectivo de Mujeres de Bostón, también conocido como Grupo de Boston, el título original del libro fue Boston Wome’s Health Book Collective. También la epistemología feminista actual que cuestiona el paradigma científico y tecnológico de la modernidad occidental tiene sus orígenes en la crítica radial al androcentrismo.
Para concluir señala Alicia Puleo que el feminismo radical ya en el momento de su aparición introdujo una necesaria dosis de audacia en las demandas del feminismo liberal y sus trabajos y aportaciones tienen influencia en todo el espectro de posiciones feministas.
Para terminar este artículo quiero señalar el nombre de algunas de las feministas más relevantes dentro del feminismo radical en los años setenta, así como de algunos de los colectivos que se crearon en Estados Unidos: Valérie Solanas, Anne Koedt, Kate Millett, Sheyla Jefreys, Germanine Greer, Monique Witting, Susan Brownmiller, Catherine mackinnon, Heidi Hartmann, Ally Cline, Colectivo de Bostón y el Grupo de Chicago.
Autora: Sheila Fernández Míguez